¡Hola
amiguitos!
Mas
de una vez me he preguntado como es posible que la religión, algo
que, en teoría, trata de Amor y Espiritualidad y que, a nivel
individual, puede llegar a producir personas excepcionalmente buenas
y dulces (verdaderos santos), pueda ser, a la vez, la causa de que se
cometan, a nivel social, los mayores disparates y atrocidades.
Parece
claro que en todos los seres humanos, en cualquier tiempo y lugar,
existe un anhelo por encontrar una explicación que le de sentido al
Mundo y a nuestro breve paso por él. Aquello de ¿quiénes somos? ¿de
dónde venimos? ¿adónde vamos?. Y, en este sentido, la existencia de
una divinidad, no solo creadora sino poseedora, además, de un plan
universal, parece dar respuesta a todas las preguntas. No es
necesario que entendamos el proceso de creación, ni que conozcamos
el plan o los objetivos de este. De hecho reconocemos que quedan muy
lejos de nuestro entendimiento. Pero el simple hecho de que existan,
y de que estén elaborados por un ser perfecto y, por tanto, fuera de
toda duda y sospecha, resulta sumamente tranquilizador. Y mas aun si
le añadimos la creencia en otra vida después de esta y, por ende,
de una segunda oportunidad. Si no aceptamos estas hipótesis no solo
acabaremos llegando a la misma conclusión (que no sabemos nada y
que, dadas nuestras limitaciones, nunca llegaremos a saberlo todo),
sino que, además, tendremos que enfrentarnos, completamente solos, a
la (elevada) posibilidad de que no
exista ninguna respuesta, o de que existan tantas respuestas como individuos, y a la responsabilidad de darle, por nosotros mismos, nuestro propio
sentido a nuestra propia vida. Y encima sabiendo que, si nos
equivocamos, habremos desperdiciado la única y preciosa oportunidad
que vamos a tener.
Es
verdad que esta mera posibilidad puede provocar a mas de uno una
especie de “vértigo cósmico” y entiendo, perfectamente, que
haya tanta gente que se refugie en la seguridad de una divinidad
perfecta y omnipotente. No obstante, personalmente, considero esta
postura similar a la de un niño que, negándose a crecer, prefiere
seguir dejando las responsabilidades y las decisiones en manos de sus
padres. Y creo también que, aunque pueda parecer un arreglo fácil y
cómodo, a la larga acabará por pasarnos factura y será peor el
remedio que la enfermedad. Por que, por un lado, nos va a impedir
seguir creciendo y desarrollándonos como individuos únicos y
adultos, y por otro... la existencia de un ser supremo y de una vida
después de ésta puede que fuera algo asumible por el hombre
prehistórico o por el campesino medieval que había vuelto a creer
que la Tierra era plana y el Sol giraba a su alrededor, pero para el
hombre “civilizado” del siglo XXI se trata de algo que va en
contra de todo lo que vemos y sabemos. Estoy seguro de que, incluso
los creyentes mas convencidos, y aunque sea en un rincón de su mente
tan recóndito que no sean conscientes de el, no acaban de creérselo
del todo (la prueba de ello es que, quitando algunos místicos
excelsos como Santa Teresa, que moría por que no moría, nadie
quiere morirse y todos nos aferramos a esta vida como si no hubiera
otra). Y esto no puede por menos que provocar frustración,
insatisfacción y resquemor. (Sobre este tema os recomiendo
encarecidamente la lectura del
Tratado de ateología del
filosofo Michel Onfray, donde postula el ateísmo, entre otras cosas,
como medio para alcanzar una buena salud mental)
En
cualquier caso, mientras se trate de una cuestión personal, y
precisamente por serlo, todas las opciones me parecen absolutamente
respetables e inobjetables. El problema empieza cuando la
religiosidad trasciende el ámbito personal y entra en el ámbito
social. Cuando pasa de ser una relación entre cada persona y la
divinidad a convertirse en una religión organizada con sus dogmas y
sus ritos. Por que es muy fácil que individuos sin escrúpulos la
utilicen para justificar sus tropelías, desde un faraón divino
hasta un caudillo por la gracia de dios. Por que es muy fácil
aprovecharse de las debilidades y los miedos inherentes a la
condición humana para, aduciendo que es la palabra de dios y bajo la
amenaza del eterno castigo, hacer que las personas cometan
estupideces y barbaridades. Y por que es muy fácil utilizarla para
inculcarnos el miedo y el odio al ”otro” y, en definitiva, para
dividirnos y vencernos.
Y
si alguien piensa que divago o exagero: ¿en que cabeza puede caber
que, si existiera una divinidad omnisciente, un ser perfecto y
todopoderoso, le iba a dar importancia a nimiedades y ridiculeces
como llevar tal o cual vestimenta o tocado, o el pelo corto o largo
en tal o cual parte del cuerpo, o a comer o no según que cosas en
según que días de la semana, o, ya puestos, a que disfrutemos
alegremente (sin violencia ni coacciones, entre adultos y de común
acuerdo, por supuesto) de los placeres que puedan proporcionarnos los
sentidos de que la propia divinidad nos habría dotado?. Pues por
cuestiones como estas hoy en día hay gente que mata y muere. Y se
sigue fomentando el odio y la discordia. Y estas cosas sabemos como
empiezan, y, por desgracia, sabemos muy bien como pueden acabar.
Por
eso me preocupa y me disgusta el ver como, mientras la espiritualidad
y la ética cada vez le importan menos a cada vez menos gente, la
religión, en cambio, esta en auge. Y me horroriza ver como las
rancias y opresivas religiones “del libro”, monoteístas y
masculinas, que costaron al mundo occidental un retraso y una vuelta
atrás de mas de mil años y que han provocado mas muertes que todas
las demás religiones juntas, vuelven a alzar sus altivas fauces.
Si
no lo digo reviento.
Salud
y saludos
Pelota
Productions
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